Ciudad de México, 17 de May.- Seguimos con nuestra sección: “Todo lo que hay que leer, estudiar y compartir”, y el libro del escritor Alejandro Herrera Parra, “Viva México cabrones”. Ahora toca el turno a otro personaje muy peculiar y característico de nuestra sociedad: El taxista. Leamos un fragmento:
“Este típico personaje azteca merece un capítulo muy especial por lo colorido, versátil y folklórico de su caso. Resulta ser, sin más, un personajazo inolvidable.
Vayamos a la disección: Es profusamente grosero, rayando en ocasiones en lo barbaján, y se enorgullece de ser un mexicanista recalcitrante. Obviamente es un fervoroso seguidor de la Virgen de Guadalupe (casi en cada sitio de taxis de nuestra milagrera sociedad chilanga existe un improvisado altar para nuestra morenita), tiene, ya sea en el tablero de su unidad japonesa o alemana sedán, o en cualquier lugar posible de ésta, la imagen de la virgen morena para que lo acompañe, lo proteja y le dé más pasaje cada día.
A la par de toda esta infraestructura religiosa bizantina o medieval, no pierde ocasión para colgar del espejo retrovisor de su auto un ejemplar del primer par de zapatos de su hijo (a) totalmente endurecido por los añejos orines de la angelical criatura, el polvo y el ineludible pasar del tiempo. Este peculiar y preciado objeto también funge para él como una especie de amuleto lleno de magia, encanto y buenas vibras para su protección y para lograr subir más pasaje.
Esto no es lo único en cuanto a decoración de autos se refiere, de igual manera articula el pedal de su acelerador de maneras en verdad pintorescas como poner huellas enormes de metal de un burdo y salvaje pie humano.
Así mismo y no menos pintoresco, adapta una bola de billar (la negra del número 8) haciendo las veces del remate de la palanca de velocidades, o instala un foco de algún envase de crema facial femenina para reforzar interiormente la luz del stop. No pueden faltar las cortinas debidamente bordadas por su propia madre o esposa que instala en el parabrisas, antenas exteriores dos veces más altas que el mismo carro y rematadas con una sofisticada cola de zorro que lo relaciona con un jinete inglés del Jockey Club victoriano, calcomanías de todo tipo (desde lo más sacro hasta lo más prosaico), toda una envidiable colección de conejitos, ositos y demás animalitos de peluche, y claro está, no puede faltar el banderín o la fotografía completa del equipo de fútbol predilecto: El rebaño Sagrado, las célebres chivas rayadas del Guadalajara.
Eso sí, su salvajismo de carácter contradictorio puede llegar al grado de hacerlo sentirse agredido por cualquier anomalía vial, ante la cual se baja de su auto con un fierro, herramienta o palo en mano, para agredir con sincera furia al que osa molestarlo en sus sagradas horas de trabajo. En cuanto a su paladar y estomago, además de estar abultado y grasiento en exceso, es de una flexibilidad culinaria impresionante: tacos, quesadillas, gorditas, tamales, tlacoyos, chilaquiles, birria, mixiotes, frijoles, sopes, garnachas, pozole, panza, menudo, mole poblano (su madre lo hace como nadie en el mundo), barbacoa, pipianes, entomatados, menudencias, vísceras, cervezas, refresco de cola, percansas, tortillas de varios colores acompañadas con lo que sea, chicharrón en sus variadas presentaciones, toda clase de chiles, longaniza, chorizo, tocino, pastel de pollo, queso de puerco, jamón, salchichas… vamos, este personaje es la apoteosis misma del colesterol, la colitis, las úlceras, la gastritis, la acidez estomacal, la diarrea, las agruras y otros padecimientos estomacales similares. Es, sin lugar a dudas, ese digno valedor inconsciente que engrosa desproporcionadamente las estadísticas de diabetes en nuestro país…”
Nunca olvides que la lectura es el mejor hábito que podamos imaginar. Siempre date un tiempo y lugar para leer. Siempre.