Ciudad de México, 14 Oct.- Aunque sé que voy a crear bastante ámpula en muchos lectores, no me importa y lo diré a los cuatro vientos: es en verdad absurdo que le hayan concedido el Premio Nobel de Literatura al tal Bob Dylan, cuyo verdadero nombre era Robert Zimmerman. Para mí, inmediatamente, no resulta mera casualidad el que sea judío (no se interprete como un signo antisemita), pero el caso es que estos señores, con sus prolíficas y acaudalísimas tribus, acaparan el mundo financiero, comercial, artístico, deportivo, científico, vamos, el mundo entero; y hacen y deshacen lo que gustan y mandan a su antojo.
Y lo que más me indigna (seguimos con la secuela de mis tres últimos artículos sobre el Éxito y sus rastreros y truculentos medios para alcanzarlo), es que un canta-autor, disque de protesta, disque contestatario y con una voz espeluznantemente chillona y monótona, sea preferido y escogido (en el ámbito literario) sobre talentos portentosos, disciplinados y trascendentes como lo son Roth, Murakami, Quignard, Atwood, Anne Carson, Del Paso, Ndiaye, por sólo citar algunos de los muchos candidatos que merecen, por simple cantidad y calidad de Obra escrita, este tan ya vilipendiado premio.
Muy en lo particular nunca he creído en ninguno de estos amañados y manipulados premios –los Óscares con sus manejos políticos y monetarios descarados; los frívolos y ostentosos certámenes de belleza Miss Universo; los Grammy, etcétera, etcétera. Sabemos que sólo son vitrinas para escoger a los artistas que más les convienen a cierto grupo de poder, de acuerdo a situaciones políticas, económicas y en ocasiones hasta militares. Y todo se remite a ese asqueroso y mundano enfoque del dinero fácil; de vender y vender y generar más dinero a como dé lugar.
No dudo ni un instante que desde el día de hoy se estén peleando (literalmente) por obtener copias de alguno de los CD´s de este oriundo de Minnesota. Todo es un descarado negocio, urdido por intereses monetarios. Y no es que deje de reconocer que desde 1960 Dylan ha sido un estandarte para ciertos grupos de jóvenes que anhelaban el respeto de los derechos civiles, y quienes luchaban ferozmente contra las conductas belicosas de los gobiernos más poderosos del globo terráqueo. Tampoco niego que tenga melodías y letras de cierta belleza, “Blowin’ in the Wind”, “Mr. Tamborin”, “The Times They Are a-Changin”, entre otros muchos más. Ni dudar también que el señor Dylan tenga un renombre por demás merecido dentro de la farándula musical internacional, y que cinco de sus álbumes han alcanzado el número 1 en el Billboard 200…
Pero de eso, a ser merecedor del Nobel de Literatura sin ninguna obra literaria –más allá de sus “Crónicas” de carácter autobiográficas- dista una abismal distancia.
Ahora, a sus 75 años de edad, y después de haber hecho una considerable fortuna por la sesión de derechos de autor y las regalías generadas por las ventas de sus discos, el señor Dylan ha de estar todavía atónito por haber recibido un premio que en ningún momento -pensaría cualquier persona lectora y seguidora de los autores serios- imaginaba ganar.
En fin, este es otro ejemplo más de los intereses comerciales y materialistas que están, desde por lo menos el primer tercio del siglo pasado, enloqueciendo a las sociedades del Orbe. Vaya, entonces, una trompetilla sonora, abierta y estridente a la Academia Sueca de mi parte, por este injustificable e insostenible fallo.
Nosotros, parafraseando a este gringo exitoso y talentoso, continuemos siendo esas “piedras rodantes”, inmersos en la sinergia insalvable del consumismo actual.
Hasta la próxima.
Lic. Mariana Bustamante Castillo
La autora es Psicóloga Social, Ensayista en varios portales y blogs, y está al frente de la Dirección y Producción del Proyecto: “Capsulas para la Inteligencia”, que se difunde a través de youtube.