“Lo Mexicano”: gama de contradicciones y contrastes

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foto del universal

Ciudad de México 23 de Mayo

Hoy analizaremos a un personaje en verdad singular y contradictorio; un personaje, también, polemizado hasta el extremo, el cual continua reptando por las esferas políticas de nuestra nación, haciendo alarde de prepotencias, ineptitudes, corrupciones y flagrantes fraudes. Como ya lo adivinaste, me estoy refiriendo al funcionario público-político.

Por ello, volvemos a recurrir al libro, por demás ocurrente, divertido y esclarecedor, “¡Viva México cabro…”, del escritor Alejandro Herrera Parra, el cual representa una divertida, mordaz y recalcitrante crítica hacia algunos de los personajes inefables que caracterizan a eso que llamamos “lo mexicano”.

“EL FUNCIONARIO PÚBLICO (PLUS)

Igual de limitado y muy parecido a su colega burócrata, la única diferencia que estriba entre ellos son los rimbombantes y manipulados organigramas que caracterizan a todas las nefastas dependencias de gobierno en nuestro corrupto país.

Sin embargo, esta aparentemente pequeña diferencia propicia cambios y posturas aberrantes, exacerbadas y fuera de todo contexto y proporción.

Petulante y prepotente, este funcionario derrocha un sin fin de materiales, equipo, bienes y poder; los cuales, claro está, bajo ninguna circunstancia están justificados.

Trata de manera denigrante a sus semejantes biológicos (pareciera que se le olvidaron su propia cuna y origen) y no pierde la oportunidad para restregar su poder y superioridad a diestra y siniestra.

Su cargo de conciencia es tal con relación a su oscura y arbitraria conducta, que tiene todo un aparato de seguridad integrado por cuatro o cinco pelagatos patanes igualmente prepotentes y nefastos que él, que lo cuidan y protegen como verdaderas sombras.

En ciertos casos, hasta las amantes de este singular y gris sujeto gozan de escoltas y guaruras. Claro que todos estos gastos y despilfarros están contemplados en los presupuestos anuales de las Secretarías y Oficinas gubernamentales a las que uno se refiera, y por supuesto también están considerados en nuestros insalvables impuestos mensuales.

Este patético sujeto no puede vivir sin ciertos equipos electrónicos, los cuales, según él, lo hacen más ejecutivo, importante y agringado. Estos son: el último y más novedoso modelo de teléfono celular para él, para toda, absolutamente toda su familia, y para la amante del momento (da verdadera pena ajena escuchar a estos enamorados en sus conversaciones en cuanto a lenguaje y formalismo se refiere).

Así mismo, exige la más avanzada y competente computadora portátil Lap Top, la cual en ocasiones no sabe ni cómo utilizar, ya que no habla inglés y nunca se pone a leer el manual aunque venga en español.

Todo esto, además del más sofisticado celular inteligente (sólo para él) para recibir urgentes recados de las amantes y de los amigotes lambiscones preparando la próxima borrachera del viernes.

Otros bienes imprescindibles son: el automóvil deportivo más ostentoso posible; relojes dorados y toscos en exceso, trajes de seda y lino importados, camisas sólo de algodón en las cuales teje sus aberrantes y payos monogramas, sus mancuernas siempre doradas y con perlitas, corbatas de seda importadas que no sabe pronunciar por sus marcas, y otras muchas tonterías que tratan, siempre de manera inútil, de solapar sus complejos y crasas limitaciones como persona y ejecutivo.

Implacablemente corrupto, con dificultad termina un ciclo laboral o presidencial sin haber dejado en plenos números rojos (más bien morados) a la dirección, gerencia o áreas que le tocara administrar-ordeñar.

Marcadamente patriotero, durante el mes de septiembre pone una o varias banderitas de nuestro país en su oficina, se emborracha con nuestro mexicanísimo y casi extinto tequila, y escucha cantar a nuestros paladines intérpretes rancheros a grito pelado como una sincera muestra de patriotismo.

Es obvio que desconoce en su totalidad la historia de nuestro país, pero no deja de colocar en la mejor pared de su oficina (por lo general a sus espaldas) la fotografía a todo color de nuestro primer mandatario en turno, elegantemente ataviado con su banda tricolor y con gestos acartonados de poder, templanza, honradez y autoridad.

Académicamente hablando es un verdadero y rotundo fiasco, ya que en general, y además de la supuesta cerrera técnica o universitaria que estudió y de sus maestrías en el extranjero falsificadas, inventadas o compradas, es inculto y desinformado.

Es señorón, eso sí, en los restaurantes elegantes en los cuales trata de comprar a cualquier precio a las meseras. Así mismo, es frecuente bebedor y botanero en las cantinas más socorridas de sus suburbios, cliente distinguidísimo (por sus abultadas cuentas y generosas propinas) en los cabarets y table dance, en los cuales por lo menos tiene a una “niña” como amante fija.

De igual suerte es un elegante comensal que pronuncia de manera ridícula la carta francesa, italiana, japonesa e inglesa, y es propietario de departamentos en playas nacionales en los cuales atiende con todo esmero y dedicación sus orgías para cerrar negocios por demás importantes relacionados al bienestar de la patria.

Es, indiscutible y merecidamente, el prototipo perfecto del nuevo rico y manifiesta en todo momento y ocasión su pésimo gusto, así como su precaria e improvisada educación y burdos modales.

Es, quiérase o no, el que nos gobierna y representa en el extranjero, el que promueve nuestro país y cultura, el que vela por nuestra economía, nuestro empleo y por la dignidad de nuestras familias. Es, quiérase o no y le pese a quien le pese, el que manda y punto. Y si dije punto, es punto.”

Hasta la próxima queridos lectores…

Foto: archivo EL UNIVERSAL

 

 

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