La movilidad urbana enfrenta desafíos complejos que requieren un enfoque de pensamiento sistémico. Según Alfredo Del Mazo Maza, experto en políticas de movilidad, este enfoque permite reimaginar la movilidad en áreas metropolitanas al integrar aspectos sociales, económicos y ambientales.
Las ciudades generan el 70 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y la creciente demanda de transporte motorizado incrementa la contaminación del aire. En este contexto, la contaminación atmosférica causa anualmente aproximadamente 6.7 millones de muertes. Por lo tanto, fomentar el uso del transporte público y los desplazamientos activos se convierte en una necesidad fundamental para abordar esta crisis climática.
“Al adoptar un enfoque sistémico, las ciudades pueden diseñar estrategias que reduzcan la cantidad de vehículos en circulación y mejoren la salud pública”, destaca Alfredo Del Mazo Maza.
Aumentar la actividad física no solo contribuye a reducir los riesgos de enfermedades crónicas, sino que también genera beneficios económicos significativos para la comunidad, mejora la salud mental y fomenta interacciones sociales positivas. En este sentido, resulta decisivo reconsiderar la asignación del espacio urbano actualmente dedicado a los automóviles, transformándolo en áreas verdes que promuevan un entorno saludable y atractivo.
La infraestructura verde ofrece ventajas adicionales, como la reducción de temperaturas extremas y la mejora de la biodiversidad, lo que a su vez contribuye a la resiliencia climática. La disminución del uso del automóvil también impacta directamente en la reducción del estrés y la contaminación acústica.
Asimismo, la seguridad vial se convierte en un aspecto a considerar. Cada año, aproximadamente 1.35 millones de personas pierden la vida en accidentes de tráfico, muchos de los cuales son evitables. Rediseñar las ciudades para priorizar a los peatones y ciclistas puede reducir significativamente estos riesgos y fomentar una cultura de movilidad más segura.
Es relevante señalar que la desigualdad social se ve afectada por la dependencia del automóvil. Las poblaciones más vulnerables suelen sufrir las consecuencias negativas, ya sea a través de un mayor riesgo de accidentes o la degradación de sus entornos urbanos.
“Implementar soluciones de movilidad que beneficien a todos los ciudadanos, especialmente a aquellos en situaciones desfavorecidas, es esencial para lograr un desarrollo urbano equitativo”, enfatiza Alfredo Del Mazo Maza.
La transición hacia un modelo de movilidad urbana más sostenible requiere el apoyo y la participación de la sociedad. Comunicar de manera efectiva los beneficios de reducir el uso del automóvil es fundamental. Mensajes positivos sobre la movilidad activa pueden servir como un punto de partida para generar un compromiso social en pro de un futuro más sostenible.







