Ciudad de México, 8 Jun.- El pasado 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente… ¿habrá algo que celebrar en este día? Nos parece que no, si hasta El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha elegido el encabezado de esta opinión como lema, poniendo el énfasis en denunciar al comercio ilegal de especies silvestres en peligro de extinción.
Hoy es urgente hacer un llamado a gobernantes, autoridades y a quienes toman las decisiones a que en cada acción se proteja la biodiversidad para bien de las futuras generaciones, pues son ellas quienes sufrirán las consecuencias de ecosistemas degradados y con servicios ambientales menores.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), incluyó en 2015 a 77 mil 340 especies evaluadas, de las cuales 22 mil 784 especies de plantas y animales están amenazadas de extinción, la pérdida y degradación del hábitat constituyen la principal amenaza para el 85 por ciento de todas las especies descritas en la Lista Roja; el comercio ilícito y las especies invasoras son también importantes factores de declive poblacional.
Perder Biodiversidad implica la desaparición para siempre de especies, ocasionando con ello el deterioro de los “servicios “que proporciona en los sistemas naturales, entre otros la producción de alimentos, combustibles, medicamentos, etc. Y lo más importante la regulación de ciclos Biogeoquimicos como el Oxígeno, carbono nitrógeno, fosfato, agua y desde luego la contribución en la regulación del clima; como vemos mucho pierde la gran sociedad humana con la extinción de especies.
Por otro lado según la Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación y la Sequía (UNCCD) asegura que 168 países sufren una severa degradación de sus tierras (en informe publicado en abril pasado, agregando que la desertificación cuesta casi 500 mil millones de dólares cada año y que ésta se debe entre otras causas, a la sequía, el cambio climático, la mala gestión del agua y la agricultura intensiva son los más citadas por los expertos.
Como sabemos afecta los medios de subsistencia de millones de personas, incluyendo una gran proporción de los pobres en las tierras secas. Las evaluaciones sobre el grado de extensión de la desertificación varían, pero aun tomando aquellas estimaciones conservadoras se encuentra entre los desafíos ambientales más grandes de hoy, con serios impactos locales y mundiales.
El cambio climático y el aumento de la temperatura es otra problemática que potencia las dos anteriores, poniendo en verdadero jaque a la humanidad de este siglo, pues los cambios que hemos infringido a la biosfera son de tal magnitud que aun dejando de producir emisiones de gases de efecto invernadero hoy, estos seguirían actuando por medio siglo más, pero eso no lo entienden las grandes potencias que por infinidad de pretextos han postergado el ir limitando sus emisiones contaminantes y, desde luego saboteando los acuerdos del protocolo de Kioto; aún resuenan las palabras del Gran Jefe Seattle en aquél 1854, al responderle al Presidente de los Estados Unidos de América, Franklin Pierce ante su propuesta de comprar sus tierras:
«Ustedes caminan hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre la piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos porqué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se impregnan los rincones secretos de los densos bosques con el olor de tantos hombres y se obstruye la visión del paisaje de las verdes colinas con un enjambre de alambres de hablar».
¿Dónde está el matorral? Destruido.
¿Dónde está el águila? Desapareció.
Es el final de la vida y el inicio de la supervivencia.