Si ella dijo sí, yo también quiero sí

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Ciudad de México 18 de May.- Hablar de James Joyce (1882-1941), significa nombrar al escritor más influyente del pasado siglo. Este juicio se sustenta debido a la compleja y propositiva obra que nos legó. Desde su pieza teatral “Exilados”, hasta la complejísima y casi indescifrable novela “Finnegans wake”. El caso es que a la fecha, se le sigue considerando como la voz literaria más influyente y representativa de las letras inglesas.

Irlandés de nacimiento, Joyce transcurrió la mayor parte de su vida en el extranjero debido a empleos, inconformidad con sus propios orígenes –fue un apátrida recalcitrante–, así como por deseos de tener una panorámica más contrastada, global y cosmopolita, que la que le ofrecía su Dublín anquilosada y conservadora. Sin embargo, y como una aparente contradicción, el gran escenario que escoge para desarrollar la mayoría de sus geniales obras literarias -y que constituye uno de los principales elementos- es justamente la ciudad de Dublín, en la cual suceden una enorme cantidad de eventos triviales, cotidianos y predecibles, pero sin los cuales, pensaba Joyce, no podrían darse las circunstancias de las sociedades modernas.

Rebelde, contestatario, polémico, inmensamente contradictorio, Joyce evidencia todas estas conductas en un manojo de personajes perfectamente bien ideados y desarrollados, ya sea en cuentos, pieza teatral, novela, o en sus mismas “epifanías”, las cuales, bien a bien, son un poco la voz del mismo Joyce que se manifiesta ante temas diversos como la religión, Dios, la muerte, el amor, el tiempo.

En particular, “El Ulises” representa la obra maestra de este singular irlandés, y la novela más ambiciosa del siglo pasado. La idea de Joyce fue hacer una gran odisea (como lo viene a ser la vida de cualquier persona en cada uno de los días), de un hombre común, simple y corriente, Leopold Bloom, en un

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