Ciudad de México, 2 Jun.- Al morir, Vasco de Quiroga legó al Obispado de Michoacán todo Santa Fe, de la Ciudad de México, que era su propiedad, en donde nacían fructíferos manantiales,
El agua comenzó a escasear en la capital de la Nueva España, se registraron problemas entre el Ayuntamiento de México y el de San Juan De Tenochtitlan y los de Santiago tomaron por la fuerza los terrenos sin permitir el acceso a nadie.
En 1563 la ciudad compró al Obispado de Michoacán los bosques de Santa Fe y de esta compra nació el proyecto Acueducto de Santa Fe.
En 1575 el Virrey Martín Enríquez de Almansa, autorizó construir una derivación del Acueducto de Chapultepec, para que corriera por la calzada de San Juan, y apoyó con la cal para su construcción y el resto de los materiales y mano de obra corrió a cargo de los indígenas.
En 1577 se iniciaron los trabajos y terminaron siete años después y se distribuyó agua a diversas zonas.
A mediados del siglo XVIII, los canales abiertos fueron sustituidos por tuberías de cerámica cocida, los cuales mejoraron la higiene.
En el México independiente, se comenzaron a demoler el viejo acueducto de cantera, lo que para muchos marcó el fin del conducto, y aunque solo sobrevivieron las fuentes repartidoras de agua que poco tiempo después desaparecieron.
De su arquería se sabe que solo sobreviven unos pocos arcos al interior de la Residencia Oficial de los Pinos. En cuanto a sus fuentes y cajas de agua, muchas fueron demolidas. La última en ser desbaratada fue la de Tlaxpana en 1899.
Ya en el siglo XX, por medio de tuberías de hierro, el acueducto siguió dando servicio a la ciudad, aunque por el crecimiento de ésta y Tacubaya y la eliminación de los municipios en el Distrito Federal, en 1917, el acueducto se integró al sistema de aguas del Distrito Federal.
Finalmente, en 1950, se le sumó a la primera etapa del Sistema Cutzamala, el abastecedor del preciado líquido a la capital del país. Del trabajo de Ana E. Martínez-Gracida Núñez.