Día inolvidable, niños de Zacualpan conocieron el cine

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Día inolvidable, niños de Zacualpan conocieron el cine
Día inolvidable, niños de Zacualpan conocieron el cine

Esta aventura marcará de tal manera sus vidas, que sólo hay una manera de narrarla. Como el gran día que fue.  

Había una vez, en un rincón encantado de México, una comunidad llamada Zacualpan, en el municipio de Ometepec, Guerrero. Este lugar, rodeado de colinas verdes y ríos serpenteantes, era el hogar de los Amuzgos, un pueblo lleno de tradiciones y una rica cultura tejida, como sus famosos textiles. 

En Zacualpan, la vida transcurría tranquila, entre el canto de los pájaros y el juego de los niños en las calles de tierra. Sin embargo, a pesar de su belleza natural y su rica cultura, Zacualpan era un lugar con muchos desafíos. Las casas, sencillas y acogedoras, eran testigos del esfuerzo diario de sus habitantes. Muchos niños, aunque rebosantes de curiosidad y sueños, raramente tenían la oportunidad de explorar el mundo más allá de sus montañas. 

Pero un día especial llegó para ellos, un día que se convertiría en una aventura inolvidable. Fue para festejar el Día del Niño 2024 y la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, les había preparado una sorpresa. Por primera vez, los niños y niñas de la escuela Primaria Intercultural Bilingüe «Vasco de Quiroga» serían invitados a descubrir un mundo mágico: el cine. 

Para muchos, este viaje sería la primera vez que saldrían de su comunidad. Con ojos brillantes y corazones latiendo de emoción, subieron al autobús que los llevaría a la ciudad. Al llegar, se encontraron frente a una enorme pantalla, mucho más grande que cualquier cosa que hubieran imaginado. La oscuridad de la sala se rompió con el comienzo de la película, y los rostros de los niños se iluminaron con cada escena, viviendo aventuras a través de los personajes en la pantalla. 

En ese día, no solo vieron una película; vieron posibilidades, sueños y un mundo lleno de maravillas. Se rieron, se asombraron y, más importante aún, se vieron a sí mismos como parte de una gran comunidad global. Aunque hablaban principalmente Amuzgo y aprendían el español en la escuela, en ese momento, el lenguaje del cine les habló a todos, claro y profundo. 

Al final de la película, mientras la luz del sol se colaba de nuevo en la sala, los niños de Zacualpan no solo regresaron a su hogar con recuerdos que atesorarían por siempre, sino también con una nueva luz de esperanza y curiosidad sobre el vasto mundo que les espera. Y así, en un pequeño cine, un gran sueño comenzó a tomar forma en los corazones de estos pequeños aventureros. 

Al salir, los rostros de los niños y niñas reflejaban una mezcla de felicidad y asombro que sólo un primer encuentro con la magia del cine puede provocar. En el camino de regreso a Zacualpan, el autobús estaba lleno de conversaciones emocionadas sobre las escenas favoritas y los personajes que habían cobrado vida ante sus ojos. Cada niño y niña, en su pequeña voz, compartía cómo imaginaban sus propias aventuras, inspirados por los héroes y heroínas de la pantalla grande. 

A medida que el autobús serpenteaba de regreso a través de las colinas hacia su comunidad, algunos se quedaban mirando por la ventana, soñando despiertos con las posibilidades que ese día había sembrado en sus corazones. Otros, en cambio, discutían en grupos pequeños, utilizando palabras y frases que habían aprendido ese día, en un español mezclado con Amuzgo, creando un puente entre su cultura y el mundo que acababan de descubrir. 

Evelyn Salgado, la gobernadora, observaba, sonriendo con la satisfacción de quien ha regalado no sólo un día de diversión sino también un recuerdo que daría forma a su visión del mundo. El ajetreo y la algarabía a la salida del cine eran el testamento vivo del día extraordinario que habían vivido. 

Las fotos que tomaron ese día capturaron la esencia del momento: niños y niñas sonrientes, vestidos con ropas tradicionales llenas de colores y patrones que hablan de su rica herencia cultural. Algunos, con sus trajes blancos impecables, otros con vestidos bordados que narraban historias a través de sus diseños intrincados. Las sonrisas de los pequeños eran amplias y sinceras, sus manos levantadas en un saludo de gratitud y alegría, un gesto de pequeñas victorias personales. La mandataria estatal estaba entre ellos, su sonrisa tan amplia como la de cualquier niño, compartiendo su felicidad. 

Esta imagen de felicidad y comunidad resumía perfectamente el espíritu de ese día. No era solo una salida al cine; era un reconocimiento y una celebración de su identidad y su potencial. La risa y las porras resonaban mientras posaban frente a la gran marquesina, un contraste entre la modernidad del edificio y la tradición de sus atuendos, una fusión de mundos que ese día se encontraron. 

Algunos se abrazaban entre sí, compañeros de clase y amigos que compartían el asombro de la experiencia, mientras otros miraban con curiosidad la cámara, maravillados por la atención y el interés que habían despertado. A través de estos momentos capturados, el mundo podía atisbar la belleza y la vitalidad de la comunidad Amuzga, una comunidad que, aunque enfrenta retos, está llena de esperanza, orgullo y un sentido inquebrantable de pertenencia. 

Al regresar a Zacualpan, la comunidad entera se contagió de la alegría de los niños. Las historias de su aventura se contarían esa noche bajo las estrellas y se recordarían en los días venideros. Habían sido embajadores de su cultura en un mundo que apenas comenzaban a explorar, y ahora, con un nuevo horizonte de posibilidades ante ellos, los niños de Zacualpan soñaban con lo que el futuro les podría deparar. 

Y en esos sueños, el cine se había convertido en una ventana a todo lo que podrían llegar a ser. 

Con información de Excélsior 

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