Lupita Nyong’o: no importa la altura, ella siempre cae de pie y con estilo

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Lupita Nyong'o: no importa la altura, ella siempre cae de pie y con estilo
Lupita Nyong’o: no importa la altura, ella siempre cae de pie y con estilo

Estamos a mediados de abril y Lupita Nyong’o lleva un par de viejos calcetines de Navidad. No tenía ninguna razón para usarlos durante su corto vuelo desde Las Vegas (donde estuvo para asistir a la famosa feria de cine, CinemaCon) hasta Los Ángeles para tomar una entrevista con Glamour. Pero la ironía quiso que en nuestro encuentro se quitara un par de botines negros de plataforma, dejando al descubierto su peculiar elección. “Hoy mis calcetines son una tontería”, dice entre risas a la revista GLAMOUR. 

Estamos pasando la tarde en CatCafe Lounge, una cafetería donde puedes mezclarte con gatitos rescatados en adopción, por lo que el suelo del local debe mantenerse limpio. La modelo de 41 años llegó directamente del aeropuerto luciendo como el ícono de moda que es con unos jeans negros ajustados, una camiseta, lentes de sol Dolce & Gabbana y un bolso Chanel 22. Sin embargo, los calcetines de Navidad hicieron su aparición oficial hasta que nos pidieron rociar nuestros zapatos con desinfectante. 

La idea de reunirnos en un café gatuno surgió de la sesión fotográfica que Lupita Nyong’o realizó para Glamour hace unas semanas, a la que llevó a su propio gato rescatado (un tierno minino atigrado naranja, de dos años, llamado Yoyo), para que la acompañara en sus retratos. «Hoy vamos a saber si me gustan los gatos o sólo mi gato», dice mientras entramos en la sala de juegos abierta. Gatos de todos los colores y razas descansan en sillas, se acurrucan en camas y se suben a los árboles sin inmutarse por la ganadora del Oscar 2014, a Mejor Actriz de Reparto, quien ha entrado en su espacio sin hacer ruido. 

Cuando llegamos al patio exterior, conocido como el catio, Nyong’o ya se estaba acostumbrado a nuestros compañeros de entrevista: «Puede que sí me gusten los gatos», dice después de adularlos y jugar con un atigrado llamado Archie, antes de sentarse en la silla del jardín junto a mí. 

Es difícil de creer, pero Nyong’o dice que históricamente le ha tenido miedo a los gatos. Superó su temor cuando le ofrecieron el papel protagonista en A Quiet Place: Day One, la tercera película de la franquicia de thriller postapocalíptico. El guionista y productor John Krasinski se acercó a ella para el proyecto buscando «inyectarle nueva vida» a la trilogía con una precuela. Intrigada por la visión de Krasinski de «ampliar lo que el género de terror puede abarcar», Lupita estaba de acuerdo con todo, excepto con el hecho de que su personaje tuviera un gato. «Le pregunté al director Michael Sarnoski si había alguna forma de cambiar el animal», cuenta. «Le sugerí un armadillo; no lo aceptó». 

Poco dispuesta a renunciar al papel, Nyong’o reveló su miedo y se sometió a una «terapia felina» antes del rodaje. La película, que llega a los cines el 28 de junio 2024, la puso a prueba: «Tuve que aprender mucho sobre mí misma, sobre el animal, antes de sentirme cómoda para hacerlo», dice. 

En la película, Lupita interpreta a Sam, una joven que va de excursión a Nueva York y se ve atrapada en una invasión alienígena por depredadores extraterrestres ciegos y con oído agudo. Este es el tercer papel de la actriz en el género de terror, así que le pregunté por qué le resulta tan atractivo. Su respuesta fue sencilla: asustar a la gente es divertido. Pero también requiere mucha energía para mantener ese nivel de intensidad, que puede ser «física y mentalmente agotador». 

Lupita Nyong’o confió en su coprotagonista Joseph Quinn para que la ayudara a estar presente durante las escenas. Él interpreta a Eric, un desconocido con el que Sam se encuentra durante la invasión y ambos forman una equipo a regañadientes para intentar sobrevivir. «Él escucha y es muy sorprendente», dice de Quinn. «No sabes lo que va a hacer a continuación, y eso lo hace realmente emocionante porque no puedes prepararte demasiado». 

A pesar del tráiler lleno de acción que se mostró en CinemaCon, Nyong’o dice que Sam «no es una guerrera» y que, en cambio, se convierte en una heroína a la fuerza: «Obviamente se ve empujada a un mundo para el que no está preparada». 

La historia de Sam no es tan diferente de la propia historia de éxito de Nyong’o. El pasado mes de marzo se cumplieron 10 años desde que ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por 12 Years a Slave, su primer papel en un largometraje. Acababa de graduarse en la Escuela de Arte Dramático de Yale cuando se vio inmersa en el extraño mundo de Hollywood. 

«Nos prepararon para ser extras y pequeñas estrellas invitadas en programas de televisión antes de darnos la oportunidad de tener un papel importante en lo que nos gusta hacer», dice de su alma mater, «pero no nos prepararon en absoluto para el éxito instantáneo. Y eso es una experiencia abrumadora». 

Cuando Christoph Waltz sostuvo el sobre que contenía la ganadora a la mejor actriz de reparto, Lupita manifestó su nombre en el silencio que sigue a «and the Oscar goes to….». «Estaba en mi cabeza: Por favor, di Lupita, por favor, di Lupita», dice. “Y entonces lo dijo”. Al principio, no se dio cuenta de que la habían llamado por su nombre y pensó que se había oído a sí misma decirlo: «Mi hermano me golpeó en la espalda y gritó», recuerda. Entonces, la sala estalló. 

La actriz habla de ese momento con la misma alegría y reverencia que se palpaban en su discurso de aceptación. Pero incluso después de todos estos años, sigo percibiendo un aire de incredulidad, como si no pudiera creer que realmente haya ocurrido. Le pregunté si pensaba que iba a ganar esa noche, y me respondió con un rotundo no. “Esperaba ganar, pero ¿cómo iba a hacerlo? Era mi primera película. No tenía absolutamente ninguna expectativa; no puedo recalcarlo lo suficiente”. 

El hecho de que este recuerdo haya permanecido feliz es un testimonio de su capacidad para bloquear cualquier tipo de ruido o distracción. El precio del estrellato inmediato se cobra en forma de hate en Internet y chismes en la prensa sensacionalista, dos cosas en las que Nyong’o se vio de repente en el centro. Fue aclamada como una estrella del estilo; se le enfrentó a la también nominada Jennifer Lawrence; se rumoreaba que salía con Jared Leto. Todas estas cosas amenazaban con derrumbar la creciente presión de su posición. 

«No presté atención», dice sobre los chismes, «en realidad hice oídos sordos a todo el discurso sobre los premios porque estaba viviendo muchas primeras veces. La alfombra roja era nueva, todo era nuevo para mí». 

Ella se había enamorado del gato con el que trabajó para A Quiet Place: Day One. Se lo comentó a su amiga, que al día siguiente concertó citas en refugios y centros de adopción. Al principio, a Nyong’o no le convencía la idea, pero cuando llegó a Best Friends Animal Society, vio un cartel que decía algo así como: «¿No has superado a tu ex? Adopta un gato'», se leía. «Dio en el clavo». 

El refugio la emparejó con Yoyo y, tras dos días de acogida, lo supo: «Este gato no va a ir a ninguna parte», dice. «Supongo que el mejor antídoto para cuando te sientes mal atendida es ocuparte de algo. Y yo cuidé de Yoyo y él me abrió el corazón». 

Nos acercamos al final del trayecto en coche, así que le pregunto si tiene planes para el fin de semana. Lo primero en su agenda es dormir; todo lo demás vendrá después: «Voy a pasar un fin de semana muy tranquilo, sin nada planeado, excepto quedar con un amigo para comer», asegura. 

Intenta dar prioridad al descanso. Ha aprendido que el agotamiento puede llevarte al borde del abismo. Por suerte, tiene el entrenador perfecto para ayudarla a relajarse: «Mi gato me enseña a relajarme», me cuenta. «Se pasa el día tumbado. De vez en cuando se levanta y hace el estiramiento del gato. Es tan elegante y delicioso que me recuerda que debo levantarme y estirarme», agrega. 

Mientras el coche se detiene, le hago una pregunta de despedida. Si fueras un animal, ¿cuál serías: un gato o un perro? «La gente me ha dicho que soy muy felina. Y ahora que tengo un gato, lo entiendo». 

Me recuerda una conversación que tuvimos antes. Los gatos, habíamos decidido, tienen muchos más matices que los perros: son temperamentales e imprevisibles; son celosos y vengativos; buscan la soledad y a la vez la atención; pueden caer desde grandes alturas, pero se recuperan y vuelven a levantarse. «Son como las personas», le respondí, y ella estuvo de acuerdo. “Sí, lo son”. 

 Con información de la revista GLAMOUR 

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