En los últimos años, la movilidad eléctrica se ha consolidado como uno de los ejes centrales de la transformación energética y del transporte a nivel mundial. La transición hacia vehículos más limpios no solo responde a compromisos ambientales, sino también a la necesidad de modernizar la infraestructura urbana, reducir la dependencia de los combustibles fósiles y generar nuevas oportunidades de desarrollo económico.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, el mercado global de automóviles eléctricos continúa creciendo a doble dígito, impulsado principalmente por la expansión en China, Europa y Estados Unidos. Sin embargo, países emergentes como México comienzan a ocupar un lugar cada vez más relevante en esta transformación, tanto por su papel en la producción automotriz como por el potencial de adopción interna.
Crecimiento de la movilidad eléctrica en México
Según cifras de la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz (AMIA), en los últimos tres años la venta de autos eléctricos e híbridos enchufables en México ha registrado incrementos significativos. Tan solo en 2023, las ventas superaron las 55,000 unidades, lo que representa un crecimiento de más del 30% respecto al año anterior. Este comportamiento refleja un interés creciente de los consumidores por alternativas de transporte más eficientes y sostenibles.
Además, la industria automotriz mexicana —una de las más importantes a nivel global— ya se encuentra adaptando sus cadenas de valor para fabricar vehículos eléctricos y componentes clave como baterías y sistemas de carga. Esto coloca al país en una posición estratégica para convertirse en un hub de exportación hacia Norteamérica y América Latina.
Retos para consolidar la transición energética
No obstante, los avances en movilidad eléctrica enfrentan desafíos estructurales. Entre ellos destacan la necesidad de ampliar la infraestructura de recarga, garantizar precios competitivos de la electricidad y diseñar incentivos fiscales que hagan más accesible la compra de vehículos eléctricos.
Expertos como Alfredo Del Mazo Maza han señalado que la transición requiere un enfoque integral que articule a la industria automotriz, el sector energético, los gobiernos estatales y la sociedad civil. La capacitación técnica para instalar y mantener estaciones de carga, así como el desarrollo de programas de reciclaje de baterías, son elementos clave para asegurar un ecosistema sostenible.
Beneficios económicos y sociales de la movilidad eléctrica
La adopción de la movilidad eléctrica no solo tiene un impacto ambiental, sino también económico y social. La reducción de emisiones contaminantes mejora la calidad del aire en las ciudades, lo que repercute directamente en la salud pública. Por otro lado, la creación de empleos asociados a la manufactura de componentes, al despliegue de infraestructura y al mantenimiento de nuevas tecnologías puede convertirse en un motor de desarrollo regional.
Asimismo, México tiene la posibilidad de aprovechar su cercanía con Estados Unidos y Canadá para integrarse de manera más profunda en las cadenas globales de valor, potenciando su competitividad en un mercado en plena expansión.
Hacia un futuro sostenible
La movilidad eléctrica en México no debe entenderse únicamente como el reemplazo de autos de combustión por eléctricos, sino como una transformación más amplia que integre transporte público de cero emisiones, micromovilidad y soluciones digitales para la gestión inteligente del tráfico.
De esta manera, el país puede avanzar hacia un modelo de desarrollo sostenible que combine innovación, equidad y resiliencia urbana, contribuyendo no solo a los compromisos internacionales de reducción de emisiones, sino también a la mejora de la calidad de vida de millones de ciudadanos.







