Ciudad de México 23 de mayo
El Lenguaje representa, sin lugar a dudas, una de las herramientas imprescindibles de todo ser humano. Es, así mismo, la manera con la cual nos comunicamos con los demás, y logramos, así, trascender nuestras ideas, pensamientos, emociones y cada una de las conductas que nos diferencian de los animales.
Muy desafortunadamente, hoy día éste, el Lenguaje, ha sido menospreciado y utilizado en una proporción ridículamente limitada. En efecto, pese a lo asombro que pueda producirnos el leer semejante cifra, con sólo escasas 80 palabras, la gran mayoría de los jóvenes citadinos mexicanos, entre 14 y 28 años, se comunican cotidianamente. Sí, como lo leíste; sólo 80 palabras, de las cuales el 60% son albures, barbarismos y neologismos sin ton ni son.
Ejemplos sobran, trataremos algunos para pedirles a los jóvenes lectores de este pequeño escrito, si es el caso, que mejoren y amplíen su lenguaje, ya que éste es un pasaporte a las ideas, al pensamiento formal, y a la comunicación asertiva y eficiente.
Esto es todo un fenómeno que atravesó y mezcló los límites socioeconómicos de nuestra Ciudad de México, ya que antes, expresiones tales como: “neta”, “chido”, “rola”, “carnal”, eran escuchadas únicamente por personas de bajos recursos económicos y académicos; albañiles, taxistas, mercaderes, obreros, entre otros sectores. Y mentira que ahora somos más unidos y democráticos. Esta es una mentira inaudita. Por el contrario, seguimos siendo esos capitalinos pseudo elitistas y selectivos, que más allá de un saludo frío y aparentemente cortés, no nos involucramos con el vecino de casa, mesa o pupitre.
Se ha estandarizado, por así decirlo, la informalidad y simpleza a la hora de hablar y comunicarse. Y lo más aterrador del caso, es que estos términos los escuchamos en personas que se dicen profesionales y quienes están al frente de algunos medios impresos y electrónicos. Más bien son bocetos de comunicadores que a través de sus programas o comentarios, lanzan una sarta despreciable de frivolidades y tonterías. Ah, pero eso sí, son los que poseen mayor raiting y posicionamiento entre sus seguidores.
Por qué no decir, en lugar de neta, verdad; por qué no decir, en lugar de chido, bonito-bello-bueno; por qué no decir, en lugar de rola, canción, por qué no decir, en lugar de carnal, hermano. ¿A dónde pretenden llegar estas decenas de millones de jóvenes –y no tan jóvenes– quienes casi se jactan de hablar de esta manera? Y mucha, muchísima culpa la tienen esos frívolos y mercantilistas medios impresos y electrónicos por posibilitar y festejar, esa sarta de estupideces que a diario, y como un bombardeo incesante, escuchamos a lo largo del día.
Otros términos más son: Bien bonito, bien interesante, más sin en cambio, más sin embargo, luego después, volvió a repetir, volvió a regresar. ¡Estas sandeces se las he escuchado a líderes de opinión en la TV y en la radio!
Por qué no decir, muy bonito, muy interesante, en cambio, sin embargo, después, luego, repetir, regresar. Y esa insistencia en querer decir diferencía, financía, en lugar de diferencia y financia. Ni qué decir del barbarismo por excelencia: güey. Ya no tenemos nombre, género, profesión o status; ahora todos somos güey. Es en verdad alarmante la cantidad de veces que un (o una) joven, dicen güey en cualquier circunstancia y ocasión. Entre muchísimos más ejemplos que nos representaría tener que escribir todo un libro sólo para destacarlos uno por uno.
Por ello los invito a que consulten sus diccionarios (tumba burros), y que aprendan una palabra, por lo menos, cada día. Ya que saber expresarse es un deleite y posibilita mayor comunicación y por ende mayor entendimiento.
No vayamos con estas ridículas modas y tendencias, y seamos conscientes del verdadero privilegio que significa poder hablar-escribir, y tener comunicación con todos los seres con quienes nos interrelacionamos a diario.
¡Recuerda que como hablas… piensas!