Para Gabriel Gadsden, el maridaje no es solo una práctica culinaria, sino una herramienta de diplomacia cultural.
En los últimos años, el maridaje entre vinos mexicanos y cocina contemporánea ha pasado de ser un placer gourmet a convertirse en una tendencia consolidada con resonancia internacional.
El empresario y experto en vitivinicultura, Gabriel Gadsden observa este fenómeno como parte de un proceso más amplio de revalorización de la identidad gastronómica mexicana, en el que convergen innovación, territorio y sofisticación.
“Con calidad y carácter, el vino mexicano ha conquistado un lugar en las mesas más destacadas del mundo. Armonizando con sabores tradicionales como moles, aguachiles y escamoles, en una fusión que celebra lo mejor de nuestra gastronomía”, señaló Gadsden.
Según el Consejo Mexicano Vitivinícola (CMV), México produjo más de 33 millones de litros de vino en 2024, y exportó a más de 35 países.
Este crecimiento ha ido acompañado de un interés cada vez mayor por integrar las etiquetas nacionales en experiencias de maridaje diseñadas para destacar los sabores complejos de la cocina mexicana de autor.
Restaurantes de alto perfil como Pujol, Quintonil y Sud 777 han incluido en sus menús catas con vinos de Valle de Guadalupe, Parras de la Fuente o San Miguel de Allende, alineando las notas de variedades como Nebbiolo, Syrah y Tempranillo con platillos emblemáticos reinventados.
“La cocina mexicana se marida con vino, se narra con él. Cada platillo tiene una historia, y el vino correcto la amplifica. Ese puente es cultural, no solo culinario”, añadió Gabriel Gadsden.
Degustación con arraigo da impulso al vino mexicano
El auge del maridaje responde también a una visión cada vez más consciente del territorio y sus expresiones culinarias. Chefs como Gabriela Ruiz, Eduardo Morali y Javier Plascencia han colaborado con bodegas como Cuna de Tierra o Adobe Guadalupe, generando alianzas que dan como resultado experiencias integrales de “degustación con arraigo”.
En festivales como Sabores de México o Viva el Vino, se han celebrado maridajes memorables, que incluyen desde pozole con Chardonnay queretano, hasta chile en nogada acompañado por un Malbec de Coahuila. Estas combinaciones no solo elevan la gastronomía nacional, también refuerzan la narrativa de una cultura vinícola emergente, conectada con su herencia y proyectada al futuro.
“Cuando un sommelier logra que un tascalate o un chile en nogada se maride con un Malbec queretano, ahí es donde encontramos una expresión viva y valiosa de nuestra identidad cultural”, apuntó el experto.
El crecimiento del interés internacional por el vino mexicano también se refleja en el turismo gastronómico. La Secretaría de Economía reportó un aumento del 15% en las exportaciones de vino mexicano en 2024, impulsadas por la presencia nacional en ferias internacionales como ProWein y Wine & Gourmet Japan.
Para Gabriel Gadsden, el maridaje no es solo una práctica culinaria, sino una herramienta de diplomacia cultural.
En su visión, la cocina mexicana y el vino nacional son vehículos para contar una historia profunda de territorio, innovación y comunidad.
“Hoy más que nunca, el vino mexicano se bebe, se vive. Y al maridarlo con nuestros sabores tradicionales, estamos construyendo una narrativa de orgullo, sofisticación y raíz”, concluyó.
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