La historia de Melissa Heinze Duhartes el claro ejemplo de cuando el seguro de gastos médicos no alcanza.
Melissa Heinze Duhart tenía meses de nacida cuando fue diagnosticada con una enfermedad congénita denominada atresia biliar. Es un padecimiento que daña el hígado y que tiende a desarrollar cirrosis e insuficiencia hepática. Es raro en recién nacidos y, sin tratamiento oportuno, mortal. Un estudio valuado en 25 mil pesos confirmó el diagnóstico.
“Somos derechohabientes del IMSS pero no tomamos esa puerta porque cuando nos informamos de la enfermedad entendimos que el tiempo era oro y ahí tardaban hasta seis meses sólo para diagnosticarla”, dice Mariana Duhart, la madre.
La travesía del sistema público pedía tiempo y traslados de San Luis Potosí, su estado natal, a otras ciudades donde había personal especializado, sea Monterrey o Ciudad de México. Así que la familia cortó el camino y, por su cuenta, buscaron a un especialista en la enfermedad. Tenían un ventaja: un seguro de gastos médicos mayores de nueve millones de pesos.
Cuando Melissa tenía 66 días de vida fue operada. Cada quince días ingresaba al quirófano. Tuvo cuatro intervenciones. La primera cuenta fue de cuatro millones de pesos. Después de la intervención vino el monitoreo. Un viaje mensual a Monterrey para la revisión, traslados en coche de entre siete a 12 horas con una beba que tomaba 12 medicamentos distintos al día. La rutina los hizo considerar el sistema público de salud, pero encontraban trabas: citas dentro de dos meses y especialistas ausentes.
En 2024 una recaída y un error en el tratamiento aclararon lo urgente: Melissa necesitaba un trasplante. Por su edad y peso, sin embargo, había que esperar más. Así que le hicieron una cirugía paliativa en Ciudad de México que costó dos millones y medio y que, para fortuna de la familia, también cubrió el seguro. La intervención apenas abrió una ventana de seis meses para completar el protocolo, conseguir un donante y juntar lo necesario para la operación.
Melissa, primera nieta y bisnieta de ambas familias, logró movilizar a toda una red para realizar colectas, rifas y eventos. Sus padres acababan de comprar una casa a crédito, pero la tuvieron que poner en renta, vender los muebles y mudarse a casa de los abuelos.
Al final juntaron lo necesario, aunque siguen endeudados, y una tía fue la donante. Eligieron hacer el trasplante en Chihuahua porque en CDMX, Guadalajara o Monterrey los precios se triplicaban. Una noche en terapia intensiva en Monterrey, por ejemplo, la cotizaron en 45 mil pesos; mientras que en Chihuahua estaba en 14 mil.
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