Los hermanos Arturo Ambriz y Roy Ambriz hipotecaron dos casas y afrontaron años de rechazos para dar vida a Soy Frankelda, la primera película mexicana realizada completamente en stop-motion.
Con más de 140 marionetas y 50 escenarios construidos artesanalmente en Ciudad de México, la cinta no sólo representa un hito técnico, sino una apuesta creativa de largo aliento apoyada por el cineasta Guillermo del Toro, que busca colocar a la animación mexicana en el mapa internacional.
Arturo y Roy Ambriz comenzaron su trayectoria con proyectos de animación artesanal desde su casa familiar, montando incluso una carpa en la azotea donde trabajaban con plastilina y muñecos. Su estudio Cinema Fantasma, con sede en la Ciudad de México, es el encargado de esta empresa.
En diversos reportajes los hermanos explican que hicieron anuncios publicitarios y varios trabajos paralelos para sostener su producción, además de acceder a fondos y apoyos mínimos; no obstante, gran parte del financiamiento fue personal y —según mencionan— implicó “hipotecar dos casas” para poder cumplir su visión. Este tipo de sacrificio revela las dificultades de producir animación artesanal en México, sobre todo en larga duración, así como el valor del riesgo creativo en contextos de escasa industria.
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