El movimiento, que actualmente se vuelve a encontrar de actualidad gracias a la película ‘The Brutalist’, ganadora de dos premios Óscar en 2025, comenzó a madurar en Reino Unido.
Pronto se propagó por toda Europa como una respuesta a las necesidades que exigían muchas de las ciudades que habían visto cómo sus edificios habían quedado devastados tras los incesantes bombardeos provocados por la Segunda Guerra Mundial.
La urgente necesidad de reconstrucción hizo que este estilo arquitectónico, que dada prioridad a la funcionalidad y la eficiencia, proliferase por encima de otros.
El brutalismo se caracterizó por su rechazo total a otros estilos arquitectónicos que habían imperado en décadas anteriores basados en el uso de una ornamentación excesiva y la sobrecarga de detalles, tales como el modernismo o el art decó, buscando una estética más austera y directa que encajase con la realidad social y económica de la posguerra.
Los edificios enmarcados en esta corriente arquitectónica destacaban por sus formas geométricas simples y angulares, sus interiores diáfanos y sin acabados ostentosos y principalmente por una veneración a los materiales, que se muestran en el diseño de las estructuras tal y como se encuentran, mostrando predilección por el hormigón vertido, el ladrillo visto, el acero, la madera e incluso los gaviones.
La década de los años 50 del siglo pasado trajo consigo el brutalismo, un movimiento arquitectónico nacido en Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial con el fin de reconstruir las devastadas ciudades tras el conflicto bélico. Su origen estaría vinculado a la construcción de la casa conocida como Villa Göth, que fue levantada en la ciudad de Uppsala, en Suecia, en el año 1950.
La vivienda, diseñada por los arquitectos suecos Bengt Edman y Lennart Holm para el importante director de una empresa farmaceútica, tuvo desde el primer momento un especial interés arquitectónico a causa de su estilo simplificado y poco enfocado en los detalles estéticos, lo que hizo que el reputado arquitecto sueco Hans Asplund tachara la ocurrencia como ‘nuevo brutalismo’ con una dosis de sorna y malicia a partes iguales.
Fuente: National Geographic
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